“Considero que lo esencial en el pintor es pensar”(VíctorHumareda en diario La Crónica, 7 set. de 1952; citado en la columna “Crónica de Arte”)
“Considero que lo esencial en el pintor es pensar”(VíctorHumareda en diario La Crónica, 7 set. de 1952; citado en la columna “Crónica de Arte”)
La madre de Víctor Humareda nunca le dio permiso para ser artista. Nunca comprendió que Víctor debía ir a Lima a aprender, “de buenas a primeras se mandó mudar”.
Viajó de Lampa, provincia de Puno, a Arequipa, su tierra natal. No lo encontró. Ya había partido hacia Lima.
Víctor se encontraba en Lima con la licencia que le daban sus dieciocho años. Un año después en 1939, ingresó a Bellas Artes. Luego de unos meses de estudio no tenía ni para comer. Los estudios no le permitían trabajar. O estudiaba o trabajaba. A los pocos días saciaba su apetito y regresaba a la casa de su tía abuela con el cuerpo molido. Por las mañanas caminaba por la calle Capón, deteniéndose en los restaurantes, ofreciendo llenar papeles en blanco con rostros a pedido del cliente; por los que recibía unos cuantos soles que luego se convertirían en lápices de carboncillo o en sancochados del Cordano, según el ánimo que albergara.
En el cuarenta y uno reingresa a Bellas Artes con buen pie, por lo menos así lo acredita la nota final: diecinueve. Todavía no conocía el estilo (quizás tampoco los prostíbulos limeños) con el que se caracterizaría años después. Los cuarentas se acababan y los diecinueves seguían dándose, haciendo del alumno Humareda uno de los más aplicados. En el cuarenta y siete conquista el segundo puesto de su promoción y la ilusión de una beca a la Argentina. Por esos años probablemente Huatica y la Nené ya recibían a Humareda en sus recintos pues sus cuadros tomaron ese matiz orgánico y sentimental como lo recuerda el crítico de arte Eduardo Moll. Sus lugares preferidos le decían al oído que los tonos sordos, bajos, contrastados entre fríos y cálidos eran lo correcto; lo que comúnmente se llama inspiración. Podía ser un paso de ballet o la atmósfera de una obra teatral o la sensación que se tiene al ver un borracho tirado en la Parada. Todos ellos, lugares donde solía estar el pintor. Sentado en una aséptica butaca del teatro o echado en una cama maloliente de “el mismo bulín, iba siempre al mismo”, nos dijo Mario Sierra. A su regreso de Argentina, donde llevó cursos de especialización, sus cuadros le dieron un sustento que le permitió alquilar el cuarto de un hotel y luego otro y otro. Hasta que llegó al Lima Hotel, otrora digno hotel de la avenida 28 de Julio, cerca de la Parada. Allí se pasaba horas pintando o escuchando a Bach, Bethoveen, Chaikovski, nunca una diablada puneña ni mucho más.
Nadie sabe cómo hizo Humareda para pintar sus cuadros en una habitación en donde reinaba el desorden y el olor a aguarás. Los cuadros no comenzaban a dibujarse en la habitación 238 del Lima Hotel sino en su pequeña agenda que llevaba a todos lados y llenaba con bocetos a lápiz o lapicero. Sus amigos, que no fueron pocos, se movilizaron para cumplirle un sueño: Conocer en persona (o lo más cercano a ello) a sus maestros Don Diego de Velásquez, Rembrandt, Manet, Don Francisco Goya y Lucientes, Renoir, Daumier, Gutiérrez Solana y Tolouse Lautrec.
Parte del Callao el 66 y luego de tres meses llega a España donde permanece unos días para luego trasladarse a Francia. Pasó más días sobre el mar que visitando museos pues su retorno se vuelve imperativo. Su estancia en Francia se hace insoportable, “debía cinco días de hotel y hacía tres que no comía” nos relata el escritor José Antonio Bravo. De regreso a casa en su cuarto del Lima Hotel permanecían el retrato de su madre que “no está en venta”, su cuadro “El mitin”, sus trapos sucios y sus sombreros colgados en el caballete, uno tongo y otro de copa.
En sus últimas semanas pintó por encargo “La Quinta Hereen de noche” que casi no la termina pues ya había sido operado de la laringe y su estado era delicado. El 21 de noviembre de 1986 luego de bajarle un poco el amarillo “porque tenía mucha luz” a “La Quinta Hereen de noche” le sobrevino un dolor en el pecho. A los pocos días su hermanastra estaba en el 238 llevándose unos cuadros y echando al tacho bocetos y libretas de apuntes del pintor.
Jose carlos Sosa Ch.
EN EL XXI ANIVERSARIO DE LA MUERTE DEL MAS GRANDE PINTOR EXPRESIONISTA MODERNO
Víctor Humareda Gallegos, nació en la ciudad de Lampa el 6 de marzo de 1920, hijo de Emilio Humareda Caballero y Eudocia Gallegos Andia, empezó a dibujar con lápices de colores a muy temprana edad, iniciandose copiando la “Escuela de Atenas” de Rafael. Su pasión por la belleza se refleja en este relato…en que jugando un partido de fútbol representando a Lampa, él había logrado driblear a tres jugadores y sin darse cuenta estaba solo frente al arquero del equipo rival, como se puede imaginar, marcar el gol era inevitable para nuestro joven artista pues en sus pies estaba la gloria de su equipo y de su tierra, pero el mismo en el lugar se quedo paralizado con los ojos fijos en el horizonte. ¿Qué había distraído a nuestro artista? El joven tan solo había quedado extasiado en ese mismo momento con la puesta del Sol sin importarle nada. A partir de ello, el mismo Humareda señala que se sintió empujado a buscar el color, descubrir los contrastes las tonalidades de la naturaleza; los ocres.A los 18 años viaja a Lima para estudiar en la Escuela de Bellas Artes, ingresando a la misma en 1938, pero por múltiples problemas económicos se retira para continuar nuevamente desde 1941 a 1947; culminando sus estudio es becado a la Argentina a la que viajo en 1950; de paso por Lampa se le encarga pintar la Calle Pardo frente a la casona Macedo, obra que hoy se exhibe en la Dirección de la Escuela Nro. 871.Ya en Buenos Aires, ingresa a la Escuela “Ernesto de la Carcova ”, ya en allí se familiariza con los arlequines, escenas bohemias y circenses; vuelve a Lima en 1952 y en 1954 ocupa la tan conocida habitación 283 del Hotel Lima, en la Parada,la zona más peligrosa de la capital, pero su arte le daba un salvoconducto para transitar ileso por aquel lugar,donde transitaba solitario impenitente, de morador de La Parada y merodeador de mujeres bellas, muchos sin conocerlo decían que era un borracho perdido, que se pasaba la vida en bares de baja estofa, lo cierto es que el pintor de Lampa era abstemio por elección y marginal por vocación. Su mundo estaba poblado de arlequines, quijotes y seres olvidados por Dios y por los hombres, amaba a Marilyn, a Toulouse Lautrec a Goya, a los toros y a Beethoven, de afuera parecía un sujeto estrafalario y medio chiflado, los que lo conocieron desde dentro
sabían que cultivaba la pose y el gesto sólo para defenderse.Gustó de representar en sus cuadros, arlequines, multitudes en procesiones, mítines y rincones de Lima, expresado con color y fuerza, él es otro de los importantes expresionistas de nuestro horizonte artístico. Entre sus obras tenemos Silencio en la noche y Quinta Heeren de noche, También tenemos carboncillos como Abogados y reos, Arlequín acusado, tribunal correccional, La Santa Inquisición y La muerte de Danton. En setiembre de 1966 viaja a Paris, feliz como un niño se embarco rumbo a la ciudad de la luz, una vez allí, se le fue la ilusión y con tristeza dolorosa pidió regresar a Lima; en 1970 muere su madre y a ella le dedica un cuadro con un profundo mensaje de dolor y soledad. Lentamente avanza en su cuerpo el cáncer a la laringe y es operado en 1983, y sigue pintando ahora con mascarilla en la boca para que las resinas y químicos de la pintura no lo dañen mas, en 1984 el Municipio de Lima, siendo alcalde Alfonso Barrantes Lingan, le otorga la Medalla Cívica de la ciudad, y ese mismo año se le extirpa la laringe y pierde totalmente la voz, por lo que las libretas se convirtieron en depositarias de su discreta ironía, de sus conversaciones con María Antonieta, de su aguda opinión sobre el mundo que lo rodeaba, de su búsqueda obsesiva del color, de su persistencia en un oficio que fue el eje de su vida, de su insubordinable vocación por la justicia; el dolor causado por el tratamiento con cobalto, es representado en un dibujo titulado “Inquisición” en que simboliza al médico como torturador y a nuestro artista como torturado, muy
avanzada su enfermedad sufre un derrame nasal y es hospitalizado gravemente, en la madrugada del 21 de noviembre en 1986, fallece en el Hospital de Enfermedades Neoplásticas, al día siguiente es enterrado en el Cementerio Presbítero Maestro en el cuartel Desiderio nicho 47-D, lugar donde puede visitarse al maestro, hay quienes dicen que en los alrededores del cuartel San Desiderio del Presbítero Maestro, una silueta de hombre con sombrero de copa baila boleros y tangos.
Fuente: Puno Magico
Nació en Lampa (Puno), el 6 de marzo de 1920 y murió en Lima el 21 de noviembre de 1986. Egresado de la Escuela Nacional Superior de Bellas Artes de Lima, en 1947, recibió las excelentes enseñanzas de sus maestros José Sabogal y Ricardo Grau, quienes le permiten comprender la importancia del color como valor estético. Por sus propios méritos recibió una bolsa de viaje para viajar a la República Argentina, a donde partió en 1950, estudiando bajo las orientaciones de Larrañaga, Alfredo Guido y Jorge Soto, en la afamada escuela “Ernesto de la Cárcova”, de Buenos Aires. Dos años más tarde vuelve a Lima y desde entonces según decía él mismo, “vive de la pintura y para la pintura”. También visitó Europa, por decisión de sus patrocinadores, pero aquí su estancia fue fugaz, extrañaba su propio mundo que él solo comprendía y que únicamente compartía con su pincel: su habitación No. 283 del Hotel “Lima”, de la Victoria, los personajes de su tugurizado barrio, una pelea de gallos en el Coliseo “Sandia”, una corrida de toros en pleno octubre y a veces, una visita al puerto, cerca de los fríos cascos de los barcos que reposan en los muelles transmitiendo su herrumbroso silencio. Así era Víctor Humareda, “el último de los bohemios” como dice Eduardo Moll.
El Crítico Teodoro Núñez Ureta decía de él: “Este pintor se mueve física y emocionalmente entre el desequilibrio y la hondura. Y así es su obra, vívida, mísera y grandiosa, no de tamaño, sino de espíritu. Luis Felipe Tello, comentaba: “En Víctor Humareda se da el caso poco frecuente en nuestro medio artístico de una continuidad de concepto y de estilo, que confiere a su lenguaje plástico personalidad y carácter de permanencia. La originalidad de la obra de Humareda ha permitido que más de un crítico se haya ocupado de su interpretación, encontrándose entre las más significativas apreciaciones la siguiente: la pintura de Humareda es de imágenes a veces tétricas, siempre burlonas, con manos crispadas, con rostros transidos por la angustia del dolor, del hambre, de la incertidumbre, imágenes expresadas con violencia, con sinceridad, con el alma volcada en el lienzo, matizadas con los colores de su paleta, colores muy suyos, de tonos sordos: sienas, verdes olivos oscuros, sobre los que, de repente, una que otra nota de color, vibrante, genial, rompe la lobreguez del cuadro.
Tal el mundo imaginativo y siempre cruel que nos transmite Humareda, con sus escenas viejas, de brujas, de mujeres de alegre vivir, de quijotes, de caballos espantados, de corridas de toros y peleas de gallos, de payasos pensativos, de desnudos, de danzas y procesiones, de calaveras y máscaras, escenas callejeras y nocturnas de los bajos fondos, de cantinas y boites; versiones todas de original expresión, en las que la tragedia se preludia, o donde se avisora la tragicomedia que el hombre actual y de siempre, que los artistas como Humareda viven intensamente tras las mil máscaras que obliga a usar el medio ambiente. En la obra de Humareda, los críticos han querido encontrar felices semejanzas con las imágenes plasmadas en sus lienzos y grabados por el eterno Francisco Goya o con los del atormentado José Gutiérrez Solana, recordando a los españoles; con los del belga James Ensor o con las del lituano-parisién Chaim Soutine; y aún con los de algunos notables expresionistas alemanes; pero para nosotros es y seguirá siendo, sencilla e inconfundiblemente, la obra personalísima y consagratoria del peruano Víctor Humareda.
La producción del genial artista expresionista fue muy vasta y se conserva en las mejores colecciones. Con fecha 27 de Agosto de 1993, sus amigos y admiradores han creado la “Fundación Víctor Humareda Gallegos”, con el fin de divulgar la obra del maestro, así como contribuir a la difusión educativa y cultural del arte en nuestro país.
Fuente: Arte Peru Gallery
Humareda. Del arte para ser dichoso, en Lima
¿Recordar a Víctor Humareda es solamente celebración, es decir, apenas memoria de su originalidad? Cierto, no faltan los intentos de definirlo, “obra que se mueve emocionalmente entre el desequilibrio y la hondura”. ( Teodoro Núñez ). Pero Humareda, ¿es solamente obra vasta que asoma en las mejores colecciones? Cabe preguntarse de dónde emana el rosario de recordaciones no solo de su obra sino de su vida. Porque a Humareda no solamente se le celebra y recuerda sino que se le quiere. En este país, el Perú, hay otros grandes pintores, José Sabogal, Ricardo Grau, maestros del propio Humareda, sin un culto semejante. Crónica en torno a un enigmático fervor.
En agosto de 1993, amigos y admiradores crean “La Fundación Víctor Humareda Gallegos”, incluyendo la huachafería de poner el nombre materno que el pintor nunca usó, cosa que se ha puesto últimamente de moda. El caso es que no faltan otros gestos de afectuosa memoria, como el de Herman Schwarz y Enrique Sánchez Hernani que a fines de los 80 recuperaron 15 “libretitas” o cuadernillos con apuntes, guardadas por Mario Cárdenas, compulsivo comprador de sus cuadros, dice Teresina Muñoz-Nájar, en su nota de “Caretas”. Y Luis Lama, organizador de una exposición sobre su vida y obra en la Municipalidad de Miraflores. La leyenda de Humareda. Hasta una novela, Hotel Lima, de Miguel Ildefonso (editora Mesa Redonda) inspirada en el lugar donde tuvo un cuarto el pintor. Sí claro, hablan (hablamos) los que lo conocieron, pero no voy a eso, ni a mis personales recuerdos del bar Palermo –es cierto, no bebía, y se retiraba temprano–. Un cierto libertinaje impone, como se sabe, sus propias reglas. El verdadero erotismo necesita lucidez y no trago.
No, no voy tampoco a insistir en ir tras su ingenio y anécdotas, aunque algunas reveladoras, o en esta o aquella frase feliz de Humareda “un hombre soltero es un peligro público”. “O mi gran amor”, dicen que le dijo al poeta Juan Gonzalo Rose, no es ni Nelly, ni Elizabeth ( el nombre de sus putas favoritas) ni siquiera la verdadera Marilyn Monroe, ” sino el color violeta ”. Un violeta especial, dijo Alberto Quintanilla la otra noche en el coloquio en la Biblioteca Nacional. Sí, claro, su humor ” La carcajada ostentosa”, se ha dicho. “El héroe del país de Nunca Jamás”. ¿ Y eso es todo ?
¿ Entre chiste y chiste, un malbarateo de cuadros? No, no se reduce una celebridad a un par de anécdotas aunque fuesen ya no de Humareda sino de un Groucho Marx. Tras este último hay no solo una excentricidad sino una estética. Escribo esta crónica sentado en el fondo del Auditorio de la BNP, sede San Borja, escuchando primero a Eloy Jáuregui. Y luego a Pedro Pablo Ccopa, dicho sea de paso, con explicación muy articulada sobre “la nocturnidad” de Humareda. Anteriormente Eloy Jáuregui trazó brillantemente un esquema de interpretación, claro, franco, salaz. Aprecio esa versión no triste sino triunfadora del pintor. Un puneño que devoraba a Lima. Siendo cierto lo contrario: pintaba mientras se lo tragaba el triángulo de las Bermudas del Trocadero, México y el burdel de la Nené. De todo eso nos queda el trazo de una sensualidad alegre, sorprendente. Ciudad de deprimidos, Humareda no.
Las razones por las que lo queremos a Víctor acaso sean las más visibles y por eso mismo menos confesables. La sospecha de que nos reconcilia paradójicamente con Lima después de que exhibiera sus antros. ¿ No ha dicho Mallarmé “que el mundo está hecho para que se produzca un bello libro” ? Podríamos pensar, entonces, que el Danubio existe para que lo cante Strauss. Y que Lima, error urbano, para que Humareda nos devuelva su desorden en un olor a aguarrás. Una diablada puneña y a la vez la calle Capón, y esa estilización delicada que le debemos, bajarle por ejemplo el amarillo de “La Quinta Heeren por la noche”, porque tenía “mucha luz”, a pocos días de irse al otro barrio. No es la primera vez que alguien desde el arte, vuelve un poco más soportable la fealdad cotidiana. Lima en Humareda: amable infierno. Es, sin pretensiones, nuestro Walter Benjamin en pintor filósofo, porque si el otro amó a París porque ” servía para callejear”, a Humareda, una Lima ya no tan horrible le sirve para borronear bocetos que fundarán su leyenda, porque al pintor de un cuarto de alquiler del “Lima Hotel” en 28 de Julio, le interesaba esta ciudad y sus putas, y sus maricones con tacón, y Pierrot y Arlequín, y los sancochados del Cordano, y los borrachos tirados en la Parada ( la de antes, no la de hoy ) y la pululación de repente poética del prostibulario jirón Huatica. En suma, la ciudad como teatralidad, treta y pesquisa que concluía en torno a su cama maloliente, butaca de la sublimación pictórica de sus calles. O de una conversación con una puta barata, según contaba. Lo bueno no se puede definir, decía otro barroco, Gracián, “porque no se sabe en qué consiste” .
Humareda, episodio barroco: lo superior del ínfimo empleo. Por eso no hay melancolía en Humareda, ciertamente un exilio social, pero más bien gozoso, tampoco hay culpa. No fue al encuentro de Lima, la inventó. Al encuentro de sí mismo. No crean demasiado en su risa, también hay sarcasmo. Fiel a nuestra facilidad para la mezcla, fragua un extraño género, lo tétrico-burlón. Por eso no se quedaba con nosotros demasiado en las noches del bar Palermo, lo esperaban en su cuarto de hotel para acompañarlo, otros pintores, Diego Velázquez, Francisco de Goya. Sí, claro, fantasmales, pero cada uno tiene el tamaño de su propia esperanza. FuenteLa Repúbli
DOCUMENTOS
(citados en el libro mencionado sobre Humareda)
FRAGMENTOS DE CARTAS A SU MADRE, DESDE PARÍS, DONDE PERMANECIÓ UN MES EN 1966
Mi situación en París se está tornando angustiosa al extremo. La plata se está acabando. Ninguna persona compra aquí cuadros. He hecho un Quijote que nadie lo quiere. No sé francés. Los amigos peruanos solo invitan un té. Envíeme el pasaje de retorno a Lima. El dueño del hotel no tendría ningún miramiento en echarme a la calle. Además, el invierno comienza y mi salud es delicada. Aquí nadie me conoce. (1 de noviembre)
En el momento en que le escribo está nevando. Quedarme aquí significaría la muerte. Se terminan los francos. Me quedan 60. Dentro de dos o tres días no tendré nada. Lloro todos los días. En qué hora hice este viaje fatal para mí. Usted no sabe cuánto me pesa haber hecho el viaje. Rembrandt, Goya, Velázquez, Gauguin, Tolouse Lautrec, El Greco, son los culpables por mirarlos auténticamente. Me vienen una pena y una nostalgia indescriptibles. Sólo pienso en Lima. ¡Gente extraña hablando francés a todas horas!. (3 de noviembre)
Ya se terminó el dinero. Iré a dormir no sé dónde. De esta situación yo solo soy el culpable. Mándeme el pasaje a la Embajada del Perú (…) Voy a ver si Rodriguez Larraín o Piqueras me dan hospedaje. Estoy comiendo en la casa de Gerardo Chávez. Hoy salgo de la 16, Rue Nancy. Nadie quiere mi pintura. (días después)
PD
Tacora es mejor que París (Humareda, al desembarcar en el Callao, de vuelta de Europa en el vapor Verdi)
CARTA NOTARIAL A UN COMPRADOR MOROSO
Lima, 15 de noviembre de 1978
Señor:
Hace más de un año que me tiene Ud. clavado a una cruz y no veo en el horizonte forma alguna o Quijote a la vista que me alivie de este perenne estado de angustia producido por Ud. ¿Por qué no me paga lo que me debe por el cuadro que a mala a hora le vendí hace más de un año? Durante ese tiempo Ud. no ha hecho otra cosa que obligarme a hacer largas antesalas en su lujoso estudio para luego, con evasivas, decirme que no tiene dinero, que todavía no le pagan y, finalmente, con malos tratos a mi persona, decir me que no me adeuda nada. ¿Será mi destino ser burlado y mal pagado como César Vallejo? Mi trato con Ud. siempre ha sido cordial, amable y sencillo. Ese es mi estilo. Ese es Víctor Humareda. Pero Ud. ha abusado de mi amistad y donde vio gentileza ha creído percibir debilidad. No será Ud. mi biógrafo. La universidad a nombre de la nación le ha otorgado el título de abogado. Pero carece Ud. de sensibilidad con el prójimo. En sus paredes no cuelgan Humaredas, sino telas manchadas. Si Ud. no cree en su propia alma menos puede captar la mía. Hace más de un año, por la amistad que me invocaba, le vendí el cuadro de mi creación por la irrisoria suma de 15,000 soles y después de mucho sudor y desgaste de suela, sólo me ha pagado 4,400 soles -cantidad pagada a puchos-. Modalidad que no está a la altura de su profesión. Ni de la mía. La profesión del pintor no puede ser regateada, limosneada ni envilecida.
POR TANTO, le pido a Ud. que reflexione y que no quede mal. Págueme los 10,6000 adeudados o devuélvame mi cuadro. Ya verá cómo en esa misma oportunidad le devuelvo sus 4,400 soles ¡Y santas paces! Pero como en la vida todo tiene su límite, el suyo es hasta el lunes 21 del presente mes. Después de esa fecha me veré obligado a defender mis derechos en la forma que mejor me convenga.
DESATENTAMENTE
Víctor Humareda Gallegos Domicilio: MUSEO HUMAREDA Hotel Lima (Dpto. 283) Av. 28 de Julio 2560 La Victoria
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